Despedida

Apenas hace una semana hacía remembranza del gran poeta y promotor de la cultura Alejandro Aura, fallecido en 2008, también comentaba con Bellota acerca de un comediante de esa entrañable Peña Gallo's, pues resulta que ese comediante (Arturo Alegro) también se ha marchado de este mundo. Y es que como decía María Félix en una de sus célebres filmes: Para morir nacimos.

Sin entrar en terrenos de la tanatología, la muerte que siempre anda rondando, si bien no nos quita el sueño, cuando se presenta sorpresivamente y se lleva a uno de los nuestros, también nos trae una gran pena. Sin ir más lejos, el nacimiento de este blog, se debe en gran parte a la actuación de la huesuda.

¿Qué hay de nuestra propia muerte?

¿Estamos preparados para partir?

A final de cuentas todos vamos al mismo hoyo, a la madre tierra que nos recibirá tal y como llegamos a este mundo, sin mayor valor que nuestro propio espíritu. Nuestro equipaje en esta vida debería ser ligero, lo suficiente como para actuar con total libertad y vivir feliz en esta vida.

También me recuerdo en este viernes el mensaje de Germán Dehesa, que al presentir la muerte se despidió de todos nosotros en su columna.

Por aquello de las cochinas dudas y como nadie tiene la vida segura y por el contrario si se cuenta con la seguridad de la muerte, yo por lo pronto me voy despidiendo de los purpúreos blogueros. Para ello cierro el círculo y como buen pirata cojo, con parche en el ojo y pata de palo, le dejo la despedida de Alejandro Aura, que hago mía. 

DESPEDIDA

Así pues, hay que en algún momento cerrar la cuenta,
pedir los abrigos y marcharnos,
aquí se quedarán las cosas que trajimos al siglo
y en las que cada uno pusimos nuestra identidad;
se quedarán los demás, que cada vez son otros
y entre los cuales habrá de construirse lo que sigue,
también el hueco de nuestra imaginación se queda
para que entre todos se encarguen de llenarlo,
y nos vamos a nada limpiamente como las plantas,
como los pájaros, como todo lo que está vivo un tiempo
y luego, sin rencor, deja de estarlo.

¿Se imaginan el esplendor del cielo de los tigres,
allí donde gacelas saltan con las grupas carnosas 
esperando la zarpa que cae una vez y otra y otra, 
eternamente? Así es el cielo al que aspiro. Un cielo
con mis fauces y mis garras. O el cielo de las garzas
en el que el tiempo se mueve tan despacio
que el agua tiene tiempo de bañarse y retozar en el agua.
O el cielo carnal de las begonias en el que nunca se apagan
las luces iridiscentes por secretear con sus mejillas 
de arrebolados maquillajes. El cielo cruel de los pastos,
esperanzador y eterno como la existencia de los dioses.
O el cielo multifacético del vino que está siempre soñando
que gargantas de núbiles doncellas se atragantan y se ríen.

Lo que queda no hubo manera de enmendarlo
por más matemáticas que le fuimos echando sin reposo,
ya estaba medio mal desde el principio de las eras
y nadie ha tenido la holgura necesaria para sentarse 
a deshacer el apasionante intríngulis de la creación,
de modo que se queda como estaba, con sus millones,
billones, trillones de galaxias incomprensibles a la mano,
esperando a que alguien tenga tiempo para ver los planos
y completo el panorama lo descifre y se pueda resolver.
Nos vamos. Hago una caravana a las personas 
que estoy echando ya tanto de menos, y digo adiós.

ALEJANDRO AURA 

Y me despido con anticipación de este mundo con la frase del Che Guevara: ¡Hasta la Victoria, Siempre!

Mientras seguimos de paso en este mundo, les deseo un excelente fin de semana.