Aztecas I

Erase una vez que existía un precioso valle donde dominaba un espectacular lago que existió, a pesar de que millones de seres más tarde trataran de olvidarlo y era de tal extensión que iba desde Chalco hasta Zumpango y tenía a sus alrededores poblaciones tan diversas como Tacuba, Xochimilco, Texcoco, Mixcoac y un variado etcétera que convivían de manera armónica con el medio ambiente. Se podían apreciar hermosos bosques en las colinas y montañas que lo circundaban. Había una que otra isla que sobresalía del lago, tal como ahora se conoce al cerro del Peñon o tierra firme peninsular como Ixtapalapa con su cerro de La Estrella. Uno de los ingenieros y poeta de aquella época que respondía al nombre de Netzahualcoyotl, mandó construir una especie de dique que dividió las aguas del lago. Al oriente el agua era más salobre y al poniente el agua era dulce ya que recibía el agua de los  manantiales de Chapultepec, Coyoacán y otros. Un amplio lago de 40 por 100 kilómetros más o menos. Todo era perfecto, el dique permitía regular el agua entre las dos zonas según se requería. Toda clase de aves domésticas y extranjeras se daban cita en el valle y aparecían desde el amanecer hasta que las oscuridad reinaba en el lugar.

Sin embargo como en toda historia, otras fuerzas se desatan para poner en peligro la situación. Al parecer desde tierra nayaritas se dejaron venir varias oleadas de visitantes bárbaros nahuas que andaban por la vida de manera itinerante y que providencialmente dieron con el paraíso terrenal. Se hacían llamar aztecas, porque venían de Aztlán y trataron de congraciarse con la gente que habitaba el valle, sin embargo eran vistos de mala manera por sus malos modales, como tales visitas inoportunas, por lo que anduvieron merodeando sin poder hacer base en algún lugar.

Fue así como se percataron de que los habitantes de Tacuba habían tenido algunas diferencias con los xochimilcas. Con el fin de agradar al Señor de Tacuba, los aztecas les ofrecieron como tributo, sendos costales llenos de orejas de sus vecinos, como muestra de un favor por el cual el mandatario no debería darse por mal servido. Ante tal situación se les permitió ocupar transitoriamente un islote de poco valor y que según cálculos del jerarca, los aztecas terminarían por abandonar. Ahí en ese lugar es donde cuenta la leyenda que vieron el momento sublime cuando sobre una nopalera una águila real devoraba una serpiente. Y al únisono los aztecas se dijeron: de aquí somos!.  Así dieron por terminado el peregrinar que por más de siglo y medio los mantenía buscando la tierra prometida. Sería algo así como 1325. Al principio hasta tenían que pagar tributos.

Ni tardos ni perezosos, los aztecas empezaron una larga cadena guerras que los llevaron a dominar gran parte de lo que ahora es el territorio nacional, creando una de las ciudades más esplendorosas de la época: la gran Tenochtitlán.


Los Aztecas, comenzaron el deterioro del lago. Poco a poco se extendieron y crearon la mancha urbana Mexico-Tlaltelolco, habilitaron chinampas para extender el terreno y construyeron algunas calzadas como las que iban a Tacuba, a Tlalpan o a Ixtapalapa. Así la zona lacustre comenzó a ser fraccionada.

Dicen las leyendas que la ciudad tenía pirámides tan opulentas como el sadismo de sus gobernantes ... pero luego les sigo contando ...