La Universidad Nacional

Conozco a Don Ernesto, desde hace tres años, a sus ochenta y cuatro años me comenta: "No sé si Salinas de Gortari es un ladrón o si Calderón se está robando el dinero de los mexicanos, a mi nadie me ha robado un solo peso". Don Ernesto presume una de la paredes de su casa, plagada de títulos y diplomas de sus seis hijos.  A partir de los títulos universitarios en escuelas públicas, sus hijos además han alcanzado posgrados en otras instituciones privadas tanto en México como en el extranjero. Su tesis es que él y sus hijos siempre aprovecharon la educación pública y ahora son éxitosos hombres de empresa y viven de manera desahogada, por lo piensa que a él no se le robado nada sino al contrario. Como quién dice a él si le hizo justicia la revolución.

Existen muchas aristas en el tema de la UNAM. Hablar de la máxima casa de estudios nos remite a cuestiones tan emblemáticas como históricas, la autonomía en primer término. Y las falsas interrogantes de siempre acerca de la gratuidad en la educación que por su naturaleza viene de la propia constitución de la república. Durante décadas la UNAM ha sido el epicentro de la vida nacional sobre sus tres ejes principales: la docencia, la investigación y la difusión cultural. Cualquier universidad para llamarse así debería cubrir esos tresa aspectos, la mayoría apenas cubre uno o dos de ellos. Baste decir que la UNAM realiza el 80% de la investigación que se realiza en el país. Por otro lado al ser una universidad nacional, ésta debería atender la demanda de diferentes estratos de la población y contar con el acceso a ella para cualquier connacional. ¿Es ésto posible?

Contrario a la lógica del crecimiento económico y poblacional, la UNAM ha mantenido la misma matrícula durante mucho tiempo. Entonces a pesar de la demanda, la oferta disponible implica que una menor proporción de aspirantes tendrá cabida en sus aulas. La premisa de que la UNAM debería ser una institución abierta a cualquiera que tuviera aspiraciones sin importar su origen social ha ido desapareciendo poco a poco. En mis tiempos de estudiante, lo mismo había compañeros hijos de obreros que de clase media o de más alto nivel social. En ese sentido creo que el acceso a la UNAM se daba de manera más democrática. No hay que olvidar que precisamente la educación pública ha sido uno de los motores de movilidad social más importantes del país, impidiendo que la precaria situación social de una familia determine como único destino la permanencia del atraso.

Por un lado se tiene un crecimiento casi nulo del tamaño de la matricula y por otro la reducción del tamaño de la clase media, esa que con grandes esfuerzos puede optar por una institución de paga. El fenómeno que observo entre mis conocidos es que han preferido las escuelas primarias y secundarias particulares, no convencidos de que sean la única opción posible, sino que es la única viable ante la mediocridad de la educación básica y media promovida por uno de los sindicatos más nefasto en la historia del país. Pero, ¿qué sucede cuando ya terminan la secundaria los hijos de la clase media?

Por fortuna la UNAM ha ido ganando prestigio en las últimas décadas, prestigio que ya tenía pero que ahora ya nadie le regatea. Y es precisamente que la UNAM es ahora una opción más apetecida para la clase media (e inclusive para la clase alta) debido al alto costo de la universidades privadas. En un recuento con mis vecinos, caemos en cuenta de que la mayoría de nuestros jóvenes han optado, para alivio del presupuesto familiar, por la preparatorias de la UNAM o las vocacionales del Polítécnico, de acuerdo a sus preferencias. Y en todos los casos el concurso de ingreso ha sido de mero trámite ya que cuentan con una preparación sólida previa.

Lo que trato de decir es que para el mismo número de lugares disponibles, los aspirantes que vienen de escuelas públicas tienen menor posibilidad de ingresar a la educación superior en esas instituciones. ¿La UNAM ahora es elitista? Es una buena pregunta. Cuando un joven o una muchacha de barrio no logra entrar al siguiente nivel, no debería ser contabilizado el hecho como un fracaso personal, sino como un fracaso del sistema educativo nacional. Los exámenes de adimisión, en este sentido son la tontería más grande que existe. Si el gobierno te expide un certificado de secundaria, implícitamente te debería estar certificando para el siguiente nivel. Y sí no estás capacitado no te debería dar un certificado, sino una simple constancia de que tomaste los cursos correspondientes. Claro, en un país donde la educación no es la prioridad y existe una complicidad mafiosa entre los círculos del poder y "la maestra", se da el fenómeno de hacer un concurso donde a veces los que si podrían pagar por otra opción ganan el lugar. No es que no tenga lógica el asunto, es simplemente que es injusto. 

Sí ya se que me van decir los azules que es la ley del más fuerte y que el gobierno no debería gastar en jóvenes que no merecen la oportunidad. Si ya sé ... pero la brecha entre privilegiados y fregados se hace cada día mayor y eso se paga tarde o temprano.

Esta semana espero que les sea productiva, pero sobre todo feliz ...