EN UN CASTILLO ARRIBA DE UN CHAPULÍN. Uno hablaba, el otro respondía. Apenas se escuchaban. Se oían en discursos encontrados. El menos inteligente pierde por momentos la mesura: ¡Javier, estás equivocado!.
Un primer paso se logró. Un poeta que fue menospreciado por la nomenklatura tuvo que ser escuchado. Pero no iba solo. Julían Lebaron avanza más de lo esperado invita a una marcha integral con todos a la vanguardia. Los policías recurren de manera estrepitosa al silencio. Y cuando el cinismo parece campear llega la solicitud directa, escueta, sincera: ¡no nos insulten!. Queriendo que no se pide perdón. La mano izquierda revira: en esta guerra no hay buenos o malos todos somos víctimas. Primera condición de la recuperación tomar la radiografía, no sólo ver por encimita.
Y el acompañamiento de Sicilia viene con los testimonios que no dejan lugar a duda. Se les dice claramente que se acudió a las instancias correspondientes y está fueron omisas. ¿Qué parte de "te has hecho pendejo Genáro" no se entiende?. El poder ejecutivo repartiendo lo que le llega; como vómito desesperado alude al poder judicial, al poder legislativo y al poder divino, faltaba más. Así en corto se descubren las debilidades y se muestra la autoridad de cartón. La gerencia contratada por los trescientos cuyos objetivos están en otro terreno.
Nadie quiere la derrota de las fuerzas armada, simplemente que ya no hagan más estupideces. La víctimas en todo el territorio ponen atención. Ah caray, se están rompiendo paradigmas. El proveedor de servicios escuchando a algunos de sus clientes. No vaya a cundir el ejemplo a otras esferas. Por lo pronto todos corren a curarse en salud, a declarar que siempre han estado en la mejor disposición de colaborar, bla, bla, bla.
¿Y después que viene?
Seguir dialogando, que nos queda. No vamos a armar una revolufia. ¿O sí?.
Y cuando la protesta es airada se repite la misma cantaleata, el dolor que se dice compartido. Como si el dolor se pudiera sentir tras el cristal blindado o cincuenta metros más allá del EMP. Nadie lo cree, pero no importa. No se trata de interrupir a cada minuto. Los segundos cuentan. Más despacio que llevamos prisa. O más racional el discurso, seamos realistas, pidamos lo imposible.
Ya tenemos sus atención en una de esas hasta tenemos la gracia de su entendimiento. Pero no. No se le puede pedir al tigre que sea vegetariano. Desde su concepción el robot se niega a pensar que su estrategia está equivocada. En el hipotético caso de que delatara su existencia. Es decir, que fuera propia. Y ante el alud de voces que gritan que el rey camina desnudo. Él prefiere pensar que su sastre es un incomprendido. Aquí termina esa primera parte del cuento. El castillo sigue ocupado por el fantasma del vienés Maximiliano y Carlota desterrada del Anahuác espera somnolienta las noticias del imperio.
Equidad en la Justicia |
Saciamorbos: Margarita ya había hecho un pedido al Globo, por si las moscas.