El Gran Policía

Como en una comedia de enredos, el gran policía ha escalado posiciones, como una broma macabra. Se ufana de su efectividad, sin embargo ha metido al gobierno y al país en graves problemas, sólo contenidos por algo que se denomina complicidad y servilismo. Experto en montar espectáculos para la prensa donde lo mismo lucen personajes visiblemente torturados que figuras siniestras y cínicas. Operador del CISEN, de la AFI y ahora de la SPP el gran policía ha tenido oportunidad de traicionar, de maquinar y de ofrecer a su jefe inmediato la seguridad de que además de golpear a sus adversarios, él pondrá de manera generosa y gratuita la saña que enorgullece a los porros de su clase.

En su faceta de amigo de los medios ha podido aislar e intimidar a aquellos que de manera ingenua han podido o intentado tomar fotos de esa "casita modesta" construida con grandes sacrificios (no sabemos de quién), ya que a la vista el costo del inmueble y de otros que posee no corresponde, se diría tibiamente, al nivel de ingresos que le corresponde. No está ahí por cándido, sino porque ha sabido operar como aquel engrane que la máquina requiere cuando él olor fétido de los muertos espanta a los señoritos del poder. El hace el trabajo sucio y recibe la paga que le corresponde.

Y aunque Martí haya dicho: "Si no pueden, renuncien", lejos de ayudar a resolver la problemática, el gran policía, con su corrupción se hace parte del cimiento de la grave situación y no se le advierte como parte de la solución. Es un verdadero lastre.

No obstante, su brillo (por así decirlo) le asocia notoriedad que en tiempos de crisis hace que la transparencia domine sobre sus ansias de oscuridad. No sabemos para que equipo juega, pero algo si es seguro no está con México ni con los mexicanos. Ya son muchas tropelías, aunque en poco porcentaje si nos atenemos a su capacidad para contaminar la escena del crimen, que denotan su falta de escrúpulos, su gandallez característica. El Departamento de Estado del país vecino lo identifica como persona no confiable. Y tal vez no haya manto del suficiente tamaño ya para seguir cubriéndolo. Y queda al descubierto como lo que es: un mexicano de ínfima categoría.

La pregunta que se hacen muchos: ¿Es el momento de que se vaya?

¡Por supuesto!

Si no se va, se tendrá que ir su jefe.