Amigos 2.0

Iba y venía. Parecía que no tenía limitante alguna. Normal, digo yo. Y es que la normalidad es un parámetro que puede resultar bastante variable o cuando menos flexible. Ambas caderas adolecían de un correcto funcionamiento. Entre el fémur y el coxis había un desgaste acumulado durante 22 años. Mal congénito me decía. Descuido de su madre llegué a concluir. Aparte de caminar chueco, eso era lo de menos, había ya inflamación y dolor constantes. Miles y miles de personas en el país viven con algún problema físico. Pero ella tenía además el sueño de toda chica de su edad, estudiar, tener novio y esas cosas. Esas cosas que su fragilidad no le permitía. No habría porque desistir en el intento de acceder a las cosas que otras chicas tenían. Un día nos convencimos de había que hacer algo, pero ya. Así comenzó una relación de hermandad, amistad, amor.

La cosa no era sencilla, las prótesis y las operaciones para implantarlas no estaban a su alcance. Tampoco tenía acceso a la seguridad social. Pero bueno, fuimos salvando uno a uno cada escollo, hasta llegar a la mesa de operaciones del hospital de traumatología del IMSS en Lomas Verdes. Primero la cadera derecha. Unos meses después la cadera izquierda, que por cierto tuvo un problema que requirió una segunda intervención. Caminar primero con muletas, luego con bastón, luego las terapias, luego ocupar en la sociedad el lugar que se le había negado. Digamos que el proceso de rehabilitación física requiere la rehabilitación mental.

Pasó el tiempo, luego vinieron las clases de natación.  Fueron varios años en que tuve la oportunidad de apoyarla, con la convicción de que ella sólo necesitaba un poco de aliento para realizar y emprender su rehabilitación. En concreto, creo que no me necesitaba. No tanto como llegué a pensar. La vida después nos llevó por caminos diferentes.

La reencontré años después, no saben el gusto que me dio reconocer en ella a una persona muy diferente. La fragilidad ya no era parte de ella. Daba clases de natación a niños pequeños y creo que era muy buena en eso. Platicamos mucho y recordamos viejos tiempos. Había cosas que yo había olvidado. Me decía que en una ocasión que le habían puesto un aumento en uno de sus zapatos, yo le había adaptado algo similar a uno mío para mostrarle lo poco que importaba si otras personas me miraran o no. Claro, yo no tenía el problema, para mí era sólo un juego. Las radiografías mostraban lo que para mí era una maquinaria de robot dentro de su persona, el avance de la medicina es notable.  Nunca había pasado tanto tiempo en clínicas y hospitales como en aquella época. Me hice experto en introducir algunas cosillas no permitidas en esos lugares, créanme que no sufrí las esperas ni los desvelos. No tuve problema con ello, creo que hasta lo disfruté.

Tengo diversos amigos, pero entre ellos mis amistades más cercanas y entrañables son mujeres. En alguna otra ocasión tendré la oportunidad de platicarles acerca de ellas. En esta ocasión quise traer a la memoria la existencia de mi amiga Maricarmen. Mujer de una pieza. Bueno, mujer como cualquiera, pero muy especial para mí. 

Alguna vez definí mi lista de amig@s con una premisa: ¿A quién puedes llamar a las tres de la mañana para decirle que tienes un problema? ¿A quién puedes recurrir para tus ideas más locas, sabiendo de antemano que te seguirá la corriente? ¿A quién puedes confiar tus secretos más íntimos, con la seguridad de que no serás traicionado? ¿A quién le puedes pedir una donación de sangre o algo similar?

Yo disfruto tener amigos, a los que veo diario, a los que veo de vez en cuando, a los que no veré nunca más. Obvio, a los que sé que están ahí en alguna parte leyendo este blog.