Ten Percent Man

A Raúl Salinas de Gortari, ingeniero de profesión, se le llegó a llamar el Ten Percent Man o el hombre del diez por ciento. Cuenta la leyenda que no había negocio importante a través del gobierno donde ese personaje no interviniera bajo esa módica comisión. 

Por azhares del destino, quien esto escribe se entera de que ahora es cosa rara que los funcionarios no pidan su diezmo ya como cosa natural a la hora de firmar contratos con el gobierno. Pocas son las oportunidades donde las licitaciones no vienen viciadas de origen y se puede competir sanamente para conseguir contratos del gobierno. Claro a la hora de cotizar si el contratista quiere ganar la licitación desde un principio infla el precio para poder caerse con la dichosa comisión. Parece cosa de magia pero en los concursos, se quedan (nos quedamos) al margen de la victoria propuestas de menor precio, con el pretexto de que en el concurso no se presentó la copia verde de la constancia que acredita que la empresa no cuenta con personal originario de Marte o cualquier otra triquiñuela similar.

Hasta aquí la cosa anedótica, como si se tratara de un asunto de folklore nacional.

Sin embargo mis queridos co-blogers a últimas fechas, para ser más exactos desde el año pasado para acá, mis antenitas de vinil han detectado que el asunto del diezmo ya ha sido rebasado. Primero se habló de un veintón, luego de un  cincuentón, ahora me llegan a mis orejitas constancia de que proyectos de dos pesos se cotizan en doce sin razón alguna. La cosa dicen los más enterados es que la robadera de los actuales funcionarios corre peligro dada la famosa alternancia. El año de Hidalgo ha entrado en pánico como si se fueran a terminar las mercancías de Soriana, ja, ja, ja.

No es cosa de risa, deveras ...