El Octavo Mandamiento

Dicen que el que miente sufre la arrogancia de querer o pretender ser superior a los que miente. Pero hay de mentirosos a mentirosos.

Cuando se niega algo que hicimos mal, se tiene el objetivo de ocultar un posible daño personal, es decir se actua con cobardía y no se enfrentan los hechos. Sin embargo al insistir en la mentira la arrogancia a que me refería de inicio puede llegar al insulto. Sí, te miento porque me da la gana y te miento porque sé que puedo verte la cara de estúpido. ¿Cómo ves?

Tal vez por eso los profetas llevaron la prohibición de la mentira hasta el octavo mandamiento. Aunque dicen que hay mentiras piadosas, son aquellas que se externan para supuestamente no hacer un daño mayor. Hay atenuantes, pero no excusas. 

Tratándose de políticos ya deberíamos estar acostumbrados a esa bella tradición mexicana de que prometer no empobrece, el cumplir promesas es lo que aniquila.  En ese caso la defensa del ciudadano es sencilla y directa: no cree uno en la mentiras de esos truhanes. Total no votas por esa persona que te miente descaradamente y te jura y perjura tener las manos limpias.  Allá tú si le crees. Es como quien dice: permanencia voluntaria. Nadie te obliga.

Una cosa si me espanta de un político y es que te mienta de manera grosera e insultante y te diga que es de día cuando tú y todos sabemos que es de noche. Ahí si como quien dice: ni como ayudarlo. O como dirían otros: Ya lo perdimos. Lo grave no es perder a un político que aspira al poder, lo grave es perder a un político que asume el poder. Los daños a la sociedad con un mentiroso en el gobierno son descomunales.

Así que por favor Enrique no me quieras ver la cara de tu pendejo y no vuelvas a repetir esa estúpida mentira de que no compraste ni un solo voto. Yo no me llevo así contigo. No es mucho pedir. El pendejo lo serás tú.