Rapsodia Bohemia

No, no es que yo fuera el muy muy, pero sí. Solía tomar alcohol en fuertes cantidades, desvelarme en cuanta posibilidad apareciera y ufanarme de algo que todos los borrachos (anónimos o no) se ufanan: ser bohemio. Qué bohemía ni que las hilachas. Cuando se es soltero simplemente vives para experimentar, gozar y llevartela nice. Hubo una temporada en que aprendí a beber alcohol sin medida ni clemencia y sin hacer el rídiculo. Cosa no menor.

Salíamos del despacho los viernes como a eso de las siete de la noche, y nos ibamos directo al Sanborns de Mexicana. Ahí la cosa era social, las chicas recatadas se tomaban una conga y salían a su casita. Bueno, esa era la versión que daban. Los chavos fresas pedían pase de lista y también hacían mutis A las diez ya sólo quedaban los mismos gandalletes de siempre, su servidor incluido. Entonces no había esas cosas llamadas table-dance o antros. Lo que si había y en gran número eran los famosos cabarets.

Nuestra primera parada era el Crazy Horse, bueno se llamba el Caballo Loco y estaba por ahí en la colonia obrera (supongo), rumbo al centro, cerca del Niño Perdido. No me lo van a creer mis amigas blogueras pero ahí se daban citas muchas chicas desempleadas a las que dabamos una fuente de ingresos. Había de todo, desde verdaderas reinas de la pista hasta venerables señoras de edad avanzada. Como en la películas de Lalo el Mimo, la noche era amenizada por orquestas de mediana calidad. No me crean mucho, pero creo que por bailar una pieza con la damisela de su gusto, el parroquiano debía apoquinar algo así como cien pesos (viejos). Los que no bailaban charlaban animadamente y empinaban el codo con singular alegría. Había que estar a la vivas a la hora de la cuenta, porque no faltaba el mesero que quería hacer su agosto en pleno mes de marzo. Las chicas que no bailaban platicaban con los clientes y recibían una comisión por el monto de la cuenta. Si, se les denominaba ficheras. Y claro su especialidad residia en propiciar un mayor consumo en calidad (?) y en cantidad. No se crean, es una vida complicada andar conviviendo con mujeres que no son de la familia.

De ahí nos corrían a las tres de la mañana, pues cerraban ese lugar de asueto y solaz. Como podíamos emigrabamos cual aves en invierno hasta un lugar un poco más rudo (Los Sotános), allá por la calle de Luis Moya. Unos ya medio cansados se daban el lujo de echarse una pestañita, mientras los demás vigilaban que no fueran atracados por desconocidas (?). Como ya sabíamos el programa, a veces no iniciabamos la francachela desde un inicio, sino que nos ibamos sumando. o nos restábamos y luego nos sumábamos. Esa onda duró algo así como tres años. Ya como a las siete, las mesas estaban casí vacías y los meseros presentaban la dolorosa.

No me lo van a creer, pero de ahí nos cruzábamos la calle, algunos a pie, otros a gatas y caíamos en un lugar llamado Bar Montecristo. No pos, la cosa era no ver la luz del sol, el lugar era oscuro y tenebroso. Ya por cansancio y con sólo cuatro o cinco compañeros con vida, decidíamos emprender la retirada. Serían las nueve o diez de la mañana y nos ibamos directo a la calle de Obrero Mundial a degustar unas carnitas, pancita o cualquier cosa más o menos indigesta, eso sí con una cerveza de lata que a esa alturas era como sacar un alma del infierno o revivir a un muerto. Luego venía la repartidera, tú te vas con fulano, yo me llevo a estos dos a su casa y así.

Divina Juventud. Ese día en la noche después de una reparadora siesta y un prolongado baño, me acicalaba para asistir al Cero-Cero, la discoteca que estaba en el Hotel Camino Real. Bueno, pero eso es otra historia.

Recordar es vivir. ¿Será? A mi como que eso no me funciona, más bien como que me dan ganas de volver a las andadas, pero ahora la frecuencia de tales bohemías es mucho, pero mucho menor. Mi cuerpo ya no aguanta las desveladas, jajaja. Pero como dicen por ahí: lo bailado no me lo quitan ...

Si toman no manejen ... saludos y abrazos

Christine Joy Amphlett, ya sé que no comentan los videos, pero soy como los testigos de Jehová, poco atendidos, pero muy terco.