Feliz Año Nuevo

En algunos lugares de México, se puede llegar a la vieja Europa a través de comunidades tradicionalistas que a veces no entendemos. En Chihuahua hay comunidades donde la religión forma parte de la vida real de todos los días, en un fudamentalismo que podría, de acuerdo como se vea, limitar el desarrollo de las personas, la economía. Los Menonitas sin embargo sobreviven también en el sureste, viven de predicar el ejemplo bíblico a sus hijos, en reforzar sus tradiciones, no es fácil, nunca es fácil. Otra etnia interesante: Los Papagos. Viven entre Sonora y Arizona, le ganan la batalla todos los días al desierto y a la existencia estúpida de fronteras.

En las ciudades importantes de México se pueden ver grupos que se diferencian de la generalidad: Chinos, Libaneses, Españoles, Gringos, etc.

Y es que las mayorías se forman precisamente con minorías y salvan el mapa nacional de la monotonía, de la uniformidad. De igual forma, podemos encontrar colonias mexicanas en los lugares más insospechados como Autralia o Corea. El mexicano puede vivir en cualquier parte del mundo, pero se lleva su comida, sus creencias, su música, su ingenio.

Todo este comentario viene al caso a propósito del año nuevo chino. Los chinos son una comunidad que fácilmente conviven con otras nacionalidades, hacen amigos, son parte de la historia del país, de su economía, de su sociedad.

Tengo el recuerdo de dos amigas chinas. La primera nacida en México y con toda la asimilación cultural de estos lares, en sincretismo que lejos de perder valor, enriquece. La traté durante cinco años, me gustaba su sentido del humor, pero sobre todo me agradaba su sentido de las relaciones humanas, de fácil trato, siempre tenía solución a los problemas de otros, aunque su vida era todo un berenjenal. La segunda venía de Shangai, en el mismo tiempo que yo hice la carrera, ella hizo carrera y maestría. Me gustaba su confusión con el idioma español, aunque dominaba otros lenguas. Trabajó conmigo un tiempo y partió para continuar sus estudios en Estados Unidos, era todo un cerebrito, pero sobre todo un ser humano cordial y entrañable. No había otra opción más que encariñarse con ella.

A todo esto, no creo que sea importante de donde vienes o adonde vas, sino lo que haces aquí y ahora. Para ello no hay más que los hechos, no la religión, no la nacionalidad.

Aún en un pequeño palmo de ciudad se pueden observar tribus peculiares: emos, punketos, fresoides, etc. Cada quién buscando una identidad propia que permita tener valores personales, muy personales, a pesar de confundirse en un momento dado en la colectividad.

Creo firmemente que cada minoría aporta algo al país y no tendría caso pretender que se pueda usar un solo uniforme, un solo color. Y bueno hay otras minoría que a veces no lo son tanto: la comunidad LGBT, por ejemplo. Y podríamos identificarnos en alguna minoría, por ejemplo en los aficionados a la filatelia o a la música prehispánica. Hay lugar para todo, de eso se trata.

Lo más complicado es la tolerancia, el respeto al diferente. Dicen que un síntoma de madurez es aceptar a las personas tal y como son y no como quisieramos que fueran.

En este viernes de inicio de febrero, bienvenido el año nuevo (de los chinos), parece que toca conejo. Bueno, no entiendo mucho de eso pero da buena suerte regalar monedas envueltas en papel rojo. ¿Cómo la ven?. A la una, a las dos, a las tres: ¡¡¡Feliz Año Nuevo!!!.

No la llevamos leve con Cher, más bien pop, pero con un estilo de vida de rockera.

Go Packers!