Mil Usos

Don Héctor Suárez

En este viernes de calma chicha, o al menos así lo quiero ver, quisiera platicar con ustedes un tema que apasiona. No, no es acerca de los derechos humanos, no. Se trata de mi bella persona. Por eso canto: “que bonito soy, que bonito soy, como me quiero…”.

Lo que pasa es que hablar de uno mismo es harto difícil, sobre todo a la hora de tratar de reflejar lo que somos o lo que pretendemos ser. Después de darle vueltas al asunto, no puedo presumir que soy panadero. Debería poder aspirar a ser el mejor panadero, un maestro en una bendita materia, pero no. Un recuerdo del cine nacional en la caracterización del actor Héctor Suárez viene a mi mente: EL MIL USOS.

A ver, a ver, vamos por partes. En primer lugar soy opositor, cualquier lineamiento oficial o ley que pretenda un orden a costa de alguno de los privilegios que me da el libre albedrio es suficiente motivo para manifestar mi inconformidad. Soy anarquista, luego existo, vaya especie tan fuera de moda. Ingeniero Civil por formación académica, he podido intervenir en todo tipo de proyectos ajenos a esta disciplina. Desde evaluaciones socioeconómicas, estudios ambientales, diseño de sistemas de información, implementación de redes de comunicación, análisis de tiempos y movimientos para mejorar la eficiencia de empresas y un largo etcétera que igual cubre el estudio de niveles de seguridad o el maldito ISO 9000. Mi cinismo llega al límite de emprender proyectos de ingeniería allá cada que se ofrece, claro con la cara dura que hace que los demás piensen que sé lo que estoy haciendo. Empresario por cosas del destino, he sido aprendiz de diferentes oficios y a petición de mi salud mental, nunca he aspirado a logar la maestría o especialización sinónimo de éxito. Arquitecto frustrado, porque aunque he realizado varios proyectos, éstos no representan ni siquiera un pequeño porcentaje de las malévolas ideas que me vienen a la mente. Profesor, conferencista, escritor, bloguero, todo como accidente del destino, todo a fuerza de prueba y error, con aquella máxima que reza: “echando a perder se aprende”. Aficionado a la electrónica, la carpintería, la electricidad, la mecánica y todo aquello que suponga la compra y no siempre el uso de alguna herramienta o artilugio que me facilite la grata tarea de descomponer algunas cosas y desacralizar algunos nobles oficios. Claro que hay pocas cosas que me entusiasman como emprender un viaje mágico y misterioso por la cocina mexicana, siempre y cuando otra persona lave los trastes. Y hablando de viajes, soy un excelente viajero, dispuesto siempre a perder el rumbo antes de rebajarme a preguntar a un lugareño si voy bien o me regreso. DJ en desuso, he trabajado de vendedor, bolero y hasta guionista de cine. Tal vez mi vocación sea permanecer en la adolescencia y ser estudiante toda la vida, con la certeza de que se puede superar al maestro y perder de inmediato el interés en el tema. Y bueno si hablamos de mis pinturas, los lienzos los contamos con los dedos de las manos, la constancia no es mi sello ni por imperiosa necesidad. No sé que piensen mis hijos de mi desempeño como tutor, pero creo que su cariño rebasa la objetividad, así que estoy entre la tranquilidad y la vagancia. El más capitalista de los socialistas y el más socialista de los capitalistas, admirador de Kennedy y Emiliano Zapata. Diseñador de ropa y compositor de poca productividad y una lista interminable de cosas que me hacen dueño de proyectos en proceso que nunca terminan, de proyectos a medias que esperan por mejores tiempos, de proyectos tan vivos que nunca serán realizados.

Bueno, mi destino manifiesto: ser el mil usos, el especialista de nada, el aprendiz de todo.

Aquí estoy con todas mis contradicciones y los saludo como su amigo que soy. Que tengan un buen fin de semana, se vale de todo, comentarios, críticas y hasta descalificaciones, aquí somos todo oidos ... La cosa es reirse un poco de nosotros mísmos, platiquenme de ustedes y de sus oficios. Un saludo a Don Héctor (el Mil Usos original) y a Patti Smith.