El Recreo

Una de las mejores cosas de ir a la escuela, no es precisamente la clase de español donde nos enseñaron las conjugaciones de los verbos o el cálculo de la raíz cuadrada. No.
Es precisamente esos minutos que transcurren de manera agradable y que conocemos como recreo, el espacio ideal para fraternizar con nuestros colegas los famosos "educandos". Y es que dicen que es muy difícil llevarte mal con alguien con el que comes y compartes tu infancia y la maravilla de esa lejana inocencia que ahora añoramos.
A mi me daba por compartir mi "lunch" e intercambiar con mis compañeros los bocados que engullíamos a medio día, bajo la vigilancia de maestros o prefectos.
Como olvidar la típica e inefable torta de huevo con su untada de frijoles, o el clásico sandwich de jamón, aunque también recuerdo los desayunos escolares del INPI que consistían de un cuartito de leche un bollito de naranja y una palanqueta. A mí todavía me tocaron los refrescos Pep de sólo 20 centavos. Y bueno si había recursos hasta te podías formar en la cooperativa para degustar alguna golosina.
Me divertía mucho cortando mi torta conforme los gajos de la telera.
Además del tentepíé daba tiempo para jugar canicas, intercambiar estampas, hacer coleadas o de plano hacer alguna travesura.
No sé que habrá sido de todos esos compañeritos de  la primaria, ya que justo cuando cursaba sexto, nos cambiamos de casa. El recreo tal vez era la "materia" que más nos gustaba y no teníamos presión por obtener un seis o figurar en el cuadro de honor, lo importante era compartir.
Compartir, tal vez sea la mejor enseñanza que pudimos haber tenido. ¿No creen ustedes?