Merry Christmas

Imagínense a Santa Claus en su fábrica de juguetes ubicada en el Polo Norte. ¡No pues si que tienen imaginación! ¿Y hasta cuando tiene uno esa imaginación?

Cuando yo era niño no recibía regalos en navidad, porque era una costumbre gringa que no había permeado tanto como ahora. Más bien se usaba que los niños fueran clientes asiduos de los Tres Reyes Magos. Claro, por ahí de los ocho o nueve años, te llegaba la noticia como balde de agua y te enterabas de la verdadera identidad de los reyes de oriente. Y no, no eran tres, si acaso dos o a veces sólo uno.

A mi me tocaron reyes hasta los doce y después me catafixiaron el juguete por algo útil para la escuela o tal vez algo de ropa o discos o libros. El trato me parecía realmente discriminatorio, como si hacerse viejo fuera un pecado. Claro la sociedad del consumo salvaje apenas se vislumbraba. Ahora sales con un niño y parece obligatorio que les compres algo. ¡Lo que sea! Tal parece que si sales de una tienda con la manos vacías es como si fueras de una secta rara y en peligro de extinción. Y que me dicen de la maestría que se debe adquirir para tomar la decisión entre el Wii, el Xbox y el PSP, claro si te alcanza para los tres ni te preocupas, por ahí se te pega otro "gadget", total si hay abundancia para que te andas con cosas.  Si la situación es diferente te puedes mercar una consola de juegos marca pato por tan solo trescientos pesillos. En fin que los gastos de Santa Claus pueden ser un juego o una pesadilla, dependiendo de la "situeshon".

¿Y los regalos a la familia? También puede ser una pachanga, por aquello que si regalas un sweater no le queda a la tía que tú creías que era más esbelta y te se sorprende ya muy entrada en tamales. O el disco de rock electrónico "alternativo" que te regalan pensando que como eres "rockero" puedes consumir cualquier música donde se escuchen gritos y tamborazos.  O sea, ¡¡¡¡¡ heeelloooo!!!! Al final lo que importa (o así debería ser) es el afecto y no el regalo en sí. Me recuerdo a un alto funcionario del gobierno que allá por los ayeres lejanos me tocó conocer y que en un gesto más de alarde que de generosidad invitaba a sus cercanos a recoger algunos de los regalos que a él le enviaban en las navidades, escogía lo que más le gustaba y los demás se armaban de mulas Petra.

Estos días se transpira generosidad y buena vibra. No les amargo el día si les digo que hay cincuenta millones de mexicanos que no le hallan chiste a la festividad. Creo que algo o mucho podemos hacer porque las cosas cambien aunque sea un poquito cada día, ya que no importa si no hay navidad lo que siempre será un buen deseo es que todos tengan una nochebuena.

A mis co-blogers, un abrazo fuerte y les mando las seguridades de mi más atenta consideración y mi deseo de que se la pasen de lo mejor. Y si hay mejor, pues que mejor.

Ahí nos cuentan como ven la navidad ...

¡Salud!

Mi regalo: Tal vez ya la conocen, pero el talento es el talento.