El séptimo año.

El primer domingo de Julio del año dos mil terminamos nuestra labor de hacer conteos y actas de escrutinio como a las ocho de la noche. Como presidente de casilla, junto con una vecina que fungió como secretaria nos fuimos a entregar los paquetes electorales a la cabecera delegacional. Muchos vecinos se acercaron a ver las actas publicadas en forma de poster que pegamos en la pared donde se podían ver los resultados. De camino a la entrega de paquetes escuchamos por la radio que Vicente Fox había ganado la elección. Pensé, ni modo ya nos chingamos con la derecha, pero hasta ahí. Si el voto era en ese sentido habría que apechugar. Esperaba yo lo peor, bueno no pasó nada. Fox nos regaló un sexenio de anédotas pueblerinas y escenas en botas de charol, pero hasta ahí. Después llegó el 2006 y Fox de acuerdo a mi memoria comenzó una de las épocas más negras de la historia mexicana.  La esperanza del cambio traicionada. Una horda de rufianes desplazando en el gobierno a otra horda de rufianes, pero hasta ahí.

La motivación de haber detentado el poder y la posibilidad de dejarlo hizo que la derecha entrara en pánico. Un desafuero de caricatura a un rival con posibilidades, dicen que por abrir una calle para un hospital, pero hasta ahí. Después los contratos a hispanos para envolver la contienda electoral de la mayor y más costosa guerra sucia de que se tenga memoria. La polarización a más de cinco años de distancia da cuenta de ello, pero hasta ahí. La sangre no había llegado al río. Sólo cosas de políticos. 

Nunca pensé que en 2006 la situación fuera en caída libre y en detrimento de la civilidad democrática, primero porque al llegar a casa consulté los resultados del IFE y en la casilla donde voté había 100 votos menos para determinado candidato. Pensé que había sido error de dedo y que después se corregiría. Semanas después escuché íntegro y sin cortes el fallo del Tribunal Federal Electoral donde se admitía que habían sucedido toda clase de irregularidades durante el proceso electoral, inclusive dijeron sobre graves anomalías en el comportamiento de Fox y aún así no se podían anular las votaciones. El ganador tuvo que entrar por la puerta trasera para tomar protesta, pero hasta ahí, Sólo cosas de políticos.

Luego comenzaron los muertos. Son delincuentes nos decían, gente que ha equivocado el camino. Luego más y más muertos, se comenzó a aceptar la ocurrencia de daños colaterales, gastritis mal tratada nos dijeron entonces. Luego más y más sangre y una parte de la sociedad comenzó a reaccionar y se habló de fuertes violaciones de derechos humanos.

Ahora, las cosas han evolucionado a otro status, ya no hablamos de muertes de la guerra contra el narco. Ahora hablamos de desaparecidos, como en la guerra sucia de los años setenta, bueno podrían ser personas que andaban en malas compañias. Pero no aparecen y curiosamente son personas que levantaron su voz para denunciar violaciones al estado de derecho. Después ocurrieron cosas impensables, la ejecución de algunos padres que reclamaban justicia por la muerte de sus hijos. Luego viene la amenaza y la persecución de todo aquel que piense que el gobierno está actuando mal. Ya nos respetan ni a los curas que ahora son acusados de provocar malestar a perseguidos y migrantes. Hay comandos armados "irregulares" al servicio del sistema, igual que antaño, habría que repasar la historia: el Tlatoani ancestral reclama más sacrificios en la pirámide.

Falta un año de este régimen, que con seguridad (se los firmo y se los cumplo) no tendrá continuidad. Pero falta lo peor, porque soltar el poder será un forcejeo donde no sólo habrá lesionados, sino muertos y heridos. Ya falta poco y todavía no se han quemado las actas de 2006, al gobierno se le acaba el tiempo para poder hacer la quemazón de la constancia de que 0.56% es una duda documentada. En el año 2000 un mexicano ignorante y campirano hizo la hazaña (apoyado por la mexicanidad) de "sacar al PRI de Los Pinos", por eso y otras anédotas se le recuerda. El gobernante saliente se le recordadrá por varias cosas, dos de ellas sobresalen:  la cuenta de decenas de miles de muertos y de facilitar el "regreso del PRI a Los Pinos". 

En la cadena histórica nacional dos sexenios tal vez aparezcan como un bache en lo que Vargas Llosa bautizó como la Dictadura Perfecta, un régimen donde la corrupción lo amalgama todo, lo cubre todo, es totalmente omnipresente. 

Tal vez algo olvida el Tlatoani actual: el peor año del sexenio, es el séptimo año.

Para que nadie diga que soy el grinch de la navidad ...

Saciamorbo: el séptimo año es cuando te quedas sin poder y arremeten contra tí sin contar con defensa alguna. ¿Verdad Carlitos? Hasta tuviste que ir a refugiarte a  La Habana y luego a Dublín.