Los Viajes Ilustran

Terminaba el invierno y en México estaban de moda las contingencias ambientales y el "Hoy no circula". Viajé en ese entonces a Puerto La Guaira vía Panamá. Del aeropuerto a la ciudad pasamos por largos túneles y al final descubrí amplios boulevares con altos edificios. La noche iba cayendo. Algo llamó mi atención: las luces de los edificios de departamentos prendían y apagaban. Pensé que era una especie de celebración por mi llegada. No, claro que no.

Entonces pasamos por Plaza Tamanaco y llegamos al Hotel Eurobuilding. Con ese acento de palabrabas cortadas nos dijeron que no había reservación alguna. Bueno, repliqué: no importa deme una habitación doble. Memo y yo estabamos algo cansados por más de 6 horas de vuelo, la escala en Panáma, los traslados, en fin.

"Nos da mucha pena pero no hay habitaciones disponibles", me pareció que me decían. Bueno, esta bien, entonces: le pido de favor que me consiga una habitación en algún hotel cercano. "No es posible me respondieron." Mi frustración y mi impaciencia comenzaban a aflorar. Bueno, entonces: con su permiso, voy a tomar un taxi para ir a otro hotel. "Me temo que no los podemos dejar salir del hotel", me dijo la señorita con una mezcla de amabilidad y fatalidad.

Nos dijeron que debíamos esperar, nos invitaron a una sala contigua y después nos pasaron al bar. No sabíamos que estaba pasando. Y nos dieron las diez y las once y las doce ...

Como a la una de la mañana nos llamaron a la recepción por el sonido local y nos ofrecieron su mejor oferta: una habitación sencilla con una sola cama. Por alguna razón los hombres no acostumbramos a dormir juntos, por mucha confianza que haya. Volado de por medio, mi primera noche en Caracas la pasé en la alfombra.

Al día siguiente salimos como pudimos, una mañana maravillosa nos recibió en la calle. Con aplausos acostumbran los mozos del hotel llamar a los taxis. Al salir casi tropiezo con un señor de baja estatura al que seguían de cerca dos hombres altos y de complexión robusta. A lo largo de varias semanas estuvimos trabajando en el Banco, tratando de detectar si algunos de los sistemas que utilizaban pudieran servir para nuestros clientes en México. Hicimos migas con todos en la oficina de nuestros socios allá. Conocimos todo lo que pudimos y no largamos varias parrandas que todavía resuenan en mi memoria. El barrio de Las Mercédez, Barquisimeto, Puerto La Cruz, Isla Margarita, un pueblito alemán que no recuerdo su nombre, etc. Desde entonces, como la humedad se transminó en mí un entrañable espiritú bolivariano. El ambiente es en realidad cosmopolita, encuentas a gente de todos lados del mundo.

De ese viaje trato de hilar cabos sobre la idiosincracia venezolana, de aquella época conservo contactos que me mantienen al tanto de lo que pasa allá. Nada que ver con la imagen que nos pasan por las noticias acá. Al parecer existen prácticas allá que harían ver algunas nuestras como arcaismos y negaciones a la democracia. Y es que he leido en México cualquier barbaridad de cosas acerca de Chávez, de Evo Morales, de Cristina Fernández, de Lula Da Silva. Me doy cuenta de que quien es dueño de los medios de comunicación lo es también del mensaje que trasmiten.

Hace casi veinte años que conocí a varios países de Sudámerica y he constatado los avances que han tenido. Nuestra cercanía con Estados Unidos nos ha impedido ver otras formas de pensar. Un amigo argentino me decía que ya no tenían deuda con el Fondo Monetario Internacional y que ahora se atrevían a nuevas aventuras. Y pensar que hace poco tiempo tenían una crisis fenomenal. Cuando reviso el precio de la gasolina en Venezuela no encuentro las explicaciones que hacen falta. O tal vez las explicaciones sean muy evidentes. Antes eramos el hermano mayor de Latinoámerica, ahora somos el hermano venido a menos y en problemas.

Es un excelente fin de semana para recordar viajes donde algo pasó y no tuvimos idea en ese momento de que pasaba, pero a la distancia aparecen secuelas que nos traen a la mente eventos de relevancia, para nosotros en lo particular, para nuestro hijos o para la sociedad. O como dicen los cursis: ya nada fué igual.

Saciamorbos: El chaparrito era Henry Kissinger.