Utopía

Hoy como todos los viernes me dispongo a terminar mi semana laboral de manera oficial y digo de manera oficial, porque en fin de semana siempre que me siento frente al ordenador no puedo evitar comenzar a buscar en internet alguna información que me sea últil en el trabajo. Por fortuna siempre he tenido un lugar apropiado para trabajar en casa. Claro siempre y cuando ese lugar no sea invadido por esos pequeños que quieren estar cerca de su padre. 

¿Y la laptop? No para eso la compré, precisamente para que pudieran accesar internet desde cualquier otro punto de la casa y no necesariamente desde mi oficina.

¿Y la otra compu? No ya les dije que pueden usar mi antigüo equipo todo el tiempo que quieran. Ah, no, tienen que estar precisamente en la compu que cuido tanto para que no instalen cosas raras, juegos o yo que sé que otras cosas han inventado.

Bien que me hago pato, por supuesto que me gusta tenerlos cerca de mí, si es encima mejor. Llegará el momento en que ya no les interese estar cerca del padre o simplemente la vida nos separe. Hoy me decía mi esposa que no quiere que mis hijos crezcan, que ahora son perfectos.
Y si me da miedo, me da mucho miedo. Tal vez Axel que ahora a su casi siete me impresiona con su infinita inteligencia y corrección al hablar, al crecer aprenda a ocultar cosas o a mentir y afuncionar como la mayoría de adultos que conozco, por ahora hasta cuando trata de engañarme, me dice inmediatamente que es una broma. Siempre tan educado y tan político, más palero con su padre no puede ser. 

La Diva, así le digo a la primogénita, a su casi once disfruta todo el tiempo al encontarme en un error y más disfruta al corregirme. Y cuando me equivoco a propósito siempre me descubre y me dice simplemente: ¡No se vale!

Yo tampoco quisiera que crecieran. Me gustaría pensar en la utopía del tiempo detenido. La verdad nunca pensé en el amor incondicional. Les tengo una buena noticia. ¡Existe! !Existe! ¡Existe!

Alguna vez pensé en una oficina ordenada, ahora les digo, que bueno que no lo está.